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La Razón y Corazón en la Consulta - Alejandra Naranjo ( MP 8349) Medica

Actualizado: 24 ago 2022





Introducción

En palabras de Paracelso “el amor es lo que nos hace emprender el arte de la medicina, fundamentalmente nuestra vocación por cuidar la vida y la salud del prójimo”. Pero ¿es este el motor real que nos lleva a entablar una relación médico, terapeuta o consejero con el paciente? Cuando pensamos en este tipo de relación que es, tanto interpersonal como transpersonal, el complejo humano y todos sus cuerpos se ponen en juego al servicio de un otro que acude a la atención.

Antes de iniciar o abrir la consulta de atención, la preparación del terapeuta/médico es el verdadero inicio de todo el proceso. El paciente, cliente o consultante acude con todo su cuerpo de dolor (la complejidad de su psiquis, cuerpo, alma y espíritu) a exponerse a la observación, diagnóstico y tratamiento de quien ofrece el servicio de ayuda.

Entonces, ¿qué de la razón y el corazón (el corazonar) del médico y/o terapeuta que lo dirige al ponerse en el papel de instrumento o canal para la curación y/o sanación y no solo eso; sino cómo se prepara a sí mismo para ello? Estos son los interrogantes que trataré de responder o al menos atisbar un horizonte en esa dirección.


La razón del terapeuta

Lain Entralgo le asigna a la relación médico-paciente (en médico léase también sanador, terapeuta y/o consejero): una corporación cuasi diádica de ayuda orientada hacia el logro por parte del paciente, del habito psicosomático que solemos llamar salud. Lo cual, según él mismo, constituye una verdadera filantropía, es decir, la expresión secularizada del amor por el prójimo, en el cual se integran la amabilidad, la confidencia y el respeto por la dignidad de la persona. ¿Pero deberíamos seguir tratando de paciente a ese otro que tenemos enfrente? ¿O deberíamos cambiar el discurso y replantear que el otro busca orientación de forma activa, que solicita consejo, atención y ayuda sin perder su autonomía y la autoridad sobre su territorio corporal para la toma de decisiones sobre su ser?

Ahora bien, ¿cómo nos preparamos para un encuentro teniendo en cuenta esta premisa de encontrarnos de manera horizontal en una compleja relación con el plan mayor de sostener o devolver el estado de salud?

Hablando de verdades objetivas entramos en el campo de la ciencia desde el cual, en nombre de la ética que se fundamenta en el conocimiento, actúa generalmente el terapeuta. Cuando hablamos de verdad subjetiva entramos en el campo de los valores y el mundo moral desde el cual, generalmente, actúa el paciente. Así tenemos al profesional y al paciente como dos agentes del mundo social que deben integrar sus acciones en términos de la comprensión del ser y el deber de uno y otro.

Para el mundo occidental, el poder del terapeuta se ha sustentado en la certeza de que él posee un conocimiento y una actitud para ponerlos en favor del bienestar de su paciente, y como consecuencia, el paciente asume una posición sumisa y de espera frente a la cura. Esta concepción, en muchos casos, lleva a los profesionales a actuar en contra de los deseos de los pacientes y a alimentar una necesidad profunda de obediencia que garantice el seguimiento de sus recomendaciones sin reflexionar sobre el carácter discutible de los valores y las consecuencias respecto a obligar a los demás a adoptarlos.

Según las visiones más ancestrales la curación no es el ataque a un mal específico, sino la identificación del mismo dentro de un cuerpo integral, donde un ser vivo no es únicamente un compuesto de células y órganos en buen funcionamiento, implica también aspectos de índole energético y espiritual, que conecta al ser humano con el cosmos y su tierra; es decir, al mundo interno y al externo. Por tanto, la sanación es un ejercicio disciplinado para trabajar la vida en forma armónica con la naturaleza y el cosmos en su conjunto, es entender y explicar la realidad como tejida por el viento, el cielo, el agua, la tierra y el fuego, bajo la simbólica contemplación de las estrellas y la intervención de los espíritus.

¿Cómo es que nos preparamos para ese encuentro evitando colonizar al paciente o consultante? ¿Cuáles son los aspectos que el terapeuta debe afianzar antes de entrar en la relación con el paciente o consultante?

Según algunos autores los principios bisagras de esta preparación son la fé, la esperanza, la fortaleza moral y la aceptación de la adversidad. Ahora bien, los aspectos psico espirituales del terapeuta como su saber y conocimiento, los cuales son puestos al servicio del otro deberían ser atendidos en el espacio íntimo, de introspección pero también con los pares con los que comparte experiencias y se apoya en contención y ayuda mutua.

Podríamos decir que aquella primera etapa de formación del quehacer del sanador es un aspecto fundamental para arribar a una relación con su paciente de una manera sana, beneficiosa y productiva (en el sentido que nutre y sostiene el estado de salud o en algún caso la restituye). Por lo tanto, la salud, tomada como integral, global, holística y de todos los cuerpos tanto sutiles como físicos del terapeuta son de importancia y deberían ser atendidos de manera cuidadosa al igual que lo hace con su paciente, mucho antes que el momento de la comunicación y el diálogo se echan a andar en el espacio de la consulta.

La indemnidad del terapeuta hace, y mucho, a la buena comunicación porque en ese caso se está sugiriendo, indicando, guiando y acompañando desde la experiencia del autoconocimiento; y sabemos que nada enseña mejor que el ejemplo. Saber guiar y acompañar los procesos individuales o personales de otros, requiere fortaleza en todos los aspectos antes mencionados. El conocimiento ya sea científico, autodidacta o empírico debe ser fortalecido con el principio de la impecabilidad.


¿Cómo nos volvemos impecables?

Para contestar esta pregunta pasamos a los planos sutiles y energéticos del hombre o mujer sanador/a en su humanidad; volviendo a los valores básicos que lideran su disposición a querer el bien del otro y acompañar con su guía en un proceso que no le es propio pero sí de interés para su vocación de servicio. Su humanidad y moralidad (no como una máscara para la sociedad sino como la intención que marca el camino del servidor en la naturaleza, compartiendo la experiencia y el conocimiento práctico de la salud y el equilibrio dentro y fuera de su cuerpo físico), este es el eje central del principio de impecabilidad.

La cosmovisión Andina tiene bien en claro este principio que se desprende de su chakana: escalera de evolución humana que realiza el hombre (chakaruna) en pos de lograr el pasaje desde los planos físicos, emocionales, mentales y espirituales cualquiera sean sus dones o propósitos. Cuatro son las energías primales, los seres espirituales fundantes de la vida: agua, tierra, fuego y aire, poderes que danzan en las cuatro direcciones de la rueda medicinal de los cuatro vientos: Oeste, Norte, Este y Sur, que en su eterno girar van retroalimentando energía, curando y renovando la vida, y que por eso no pueden faltar en su mesa de sanación; direcciones sagradas a las que se dirigen en sus ceremonias de sanación para invocar su energía espiritual sanadora. Cuatro son las matrices que regulan la ética cósmica:

Matriz de relacionalidad. También se llama matriz de totalidad y parte de sentir que en el cosmos todo es el cosmos, que todo lo existente forma parte de la gran urdimbre de la existencia; de ahí que todo está relacionado con todo, que todo está conectado con todo y que no existen realidades separadas, independientes, sueltas, inconexas. Somos “interseres”, necesitamos de los otros para poder ser, porque todas las formas de energía de vida forman parte de la totalidad.

Matriz de complementariedad. Nos muestra que cada ser que habita el bioverso, cada acontecimiento tiene su paridad complementaria como condición imprescindible para su completud. Porque en el bioverso nada existe aislado. De ahí que se trata no de oposiciones antagónicas como las que alimenta Occidente, sino de paridades armónicas y complementarias que se sustentan en una dinámica no dialéctica.

Matriz de correspondencia. La expresión cósmica de la relacionalidad es la correspondencia entre lo macro y lo micro, entre lo grande y lo pequeño. Esta matriz regula todos los procesos cósmicos, naturales y sociales, el movimiento de los cuerpos celestes, las estaciones, la circulación del agua, los fenómenos climáticos y las interacciones sociales que las y los runas buscan dar sentido a fin de que el orden del macrocosmos pueda expresar su armonía y equilibrio.

Matriz de reciprocidad. Hace posible la aplicación ética y social del principio de complementariedad. Cada acto cósmico o humano que se realiza en el bioverso se corresponde con un acto recíproco. Todo acto que realizan las y los runas cumple con una finalidad cuando es correspondido con un acto equivalente, recíproco y complementario. De ahí que la serie de intercambios, dones y favores, permiten vivir en equilibrio natural y social. Enseña que “hay que dar para recibir”.

Entonces, integrándonos plenamente como seres humanos interrelacionados con el micro y el macrocosmos, puentes entre el espíritu y la materia, podemos evolucionar y así mismo ser impecables, y más aún, sanadores, terapeutas, médicos, acompañantes impecables.

Los códigos andinos nos dan una mirada amplia y acertada de este principio de impecabilidad y son una puerta para su logro y vivencia; tiene relación directa con el no mentir, hacer uso de sus conocimientos para no dañar, trabajar sin negar ayuda a quien lo necesita y no comercializar con su sabiduría y conocimiento.

El código de ética cósmica demanda al yachak lo siguiente:

• Cuidar su comportamiento consigo mismo, con la familia, con la comunidad, con su entorno natural y espiritual.

• Ser ejemplo de coherencia entre lo que se siente, se piensa, se dice y se hace; ser respetuoso del espíritu, de la palabra, cumplir con honestidad con el poder sagrado de lo que su palabra anuncia, a través de sus actos honestos y transparentes.

• Todo lo bueno o malo que haga recaerá sobre sí mismo, sobre su familia, la comunidad y su entorno, por eso el yachak debe ser un ejemplo de vida, por eso se lo considera un guía espiritual de la comunidad. Siempre ayuda a los necesitados. Cuando un pobre necesite de ti pídele poco.

• No juzgar ni condenar a nadie, mirar siempre con ojos de bondad a todo ser que solicite tu ayuda.

• Confiar en su cuerpo como instrumento de curación, por ello debe cuidarlo con esmero y sabiduría.

• No utilizar jamás el poder recibido para perjudicar a nadie, ni al más cruel de los enemigos.

• La sabiduría que posees es sabiduría del corazón, por ello haz todo desde el poder del amor y el corazón.

• La sabiduría es sagrada, no puedes emplearla para enriquecerte.

• Los tres principios ejes de la ética kichwa: Ama shua (no robar); Ama quella (no mentir); Ama llulla (no ser ocioso). (Testimonio de un yachak tomado de “Por los senderos del Yachak”, ver bibliografía).



El corazón del Terapeuta

Escuchar con el corazón abierto es una tarea difícil, uno puede llegar a exponerse ante el sufrimiento de otro desde un lugar que podría impactar de forma negativa. En el arte de escuchar media la empatía y la compasión: la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de sentir el impulso o pasión por querer ayudar respectivamente. Para cuidar con compasión es necesario integrar cualidades intrínsecas del profesional, que incluyen sus propios valores y creencias, con lo que podríamos llamar habilidades esenciales para el cuidado compasivo. Cuando hablamos de integrar las cualidades intrínsecas del profesional nos referimos a aquellas que son propias del mismo, a aquello que hace que cada uno sea de una manera distinta a los demás. El paciente detecta inmediatamente esa propiedad fundamental de tener delante a alguien auténtico, a alguien que quiere ayudar, a alguien que no finge, a alguien que no está impostado o que no está intentando demostrar nada. Allí hay simplemente una persona, en este caso un profesional, que lo que quiere es ayudar. Por tanto autenticidad primero, y luego algunas habilidades.

El terapeuta que desea conservar su capacidad de acción sobre el padecimiento humano, además de su conocimiento biomédico, debe ampliar su abordaje con respecto a los factores de indole psicologico, social y cultural que operan en los contextos de procedencia de sus pacientes e implementar una atención que además de efectiva e integral, logre ser intercultural. Hoy en día en los espacios multiculturales alcanzar este objetivo requiere desarrollar una sensibilidad especial hacia situaciones de tipo histórico que movilizan y transforman los espacios y el pensamiento. Esto es, aprender a ver los otros puntos de vistas que dan sentido al actuar humano y hacerlo consciente para asegurar la posibilidad de que ambos puedan asumir libremente posiciones razonables. Es importante encaminarse como un terapeuta informado y formado no sólo en los aspectos propios de su profesión sino en todos aquellos que hacen que sus intervenciones sean más integrales, humanizadas y conducentes a la comprensión del paciente como persona dentro de un contexto socio-cultural determinado.

La capacidad del profesional de ayudar a sanar en aspectos profundos se resume en la presencia terapéutica del profesional. Hablamos de la presencia de alguien que siendo profesional se acerca con verdaderos deseos de ayudar en esa situación. El paciente percibe esa presencia auténtica, nota enseguida que allí está no sólo su médico, sino alguien que viene a ayudar, que me quiere ayudar personalmente, poniendo en juego su propia persona. Me afecta y sigo ahí. No busco el distanciamiento, no pongo una barrera a lo emocional, aunque mantengo mi ecuanimidad que es herramienta también. Pero no me importa que me afecte, porque en la medida que ocurre estoy ayudando más al paciente. La presencia vulnerable del profesional exige renunciar al papel o rol de médico o enfermera sabe-lo-todo o súper-experto: profesionales que tienen respuesta para todo. Y aprendemos que a veces no hay respuesta, que a veces solo vale el silencio. Y tras una incomodidad inicial, al renunciar a nuestro papel estereotípico, se puede experimentar cómo colaborar con la presencia al proceso de pacificación, de sanación del enfermo, contribuye también al enriquecimiento interior del profesional que crece y mejora.


El Sanador en la cosmovisión andina

El trabajo del yachak tiene una profunda dimensión ética, pero vista desde dimensiones cósmicas y marcadas por el amor, la afectividad, pues está llamado a ayudar a los demás, camino que no es fácil sino que está lleno de obstáculos que son parte del proceso de aprendizaje necesario del sabio. El yachak es el heredero de una ancestral sabiduría, es por ello también guía espiritual y moral de su pueblo, pues están llamados a cumplir un mandato cósmico, una ética cósmica que plantea la necesidad de servir de corazón a los demás. La sabiduría del yachak sólo encuentra razón en su entrega generosa para curar las enfermedades del cuerpo y el espíritu de su pueblo. Deben aprender a descifrar el poder espiritual de la naturaleza, a descubrir las fuentes de energía, la vibración energética que habita en todas las cosas: las plantas, los animales, los minerales. Debe ir desarrollando sus capacidades perceptivas y sus fuerzas (sinchis) curativas para poder conversar y aplicar la sanación. Debe desarrollar la visión sutil, esa facultad para leer lo que se presenta como parte de la gran energía cósmica y sus diversos campos energéticos: los campos de luz y vibración que se manifiestan en la dimensión invisible y espiritual de la naturaleza, el poder espiritual que habita en todos los seres de este infinito cosmos.

Por lo tanto se construye en el hacer cotidiano, en el cual el iniciado debe ir aprendiendo los saberes básicos de ese camino como son:

• La agricultura para hacer criar la vida y desarrollar la humildad.

• El conocimiento herbolario, el saber sobre las plantas, centro vital de las sanaciones.

• Conocimiento para poder interpretar el significado simbólico con los que nos hablan las plantas, los animales, los minerales y demás seres de la naturaleza.

• La ritualidad como eje clave de la espiritualidad.

• La fortaleza del cuerpo y del espíritu.

• La solidaridad y la generosidad como formas de vida.

• Desarrollar el don de la palabra para ofrecer consejos sabios.


El sendero de las y los yachak implica: trabajo interior, honestidad con uno mismo y por tanto auto observación rigurosa, atención intensa y profunda humildad, para alcanzar la maestría de la sanación, se debe vivir con impecabilidad.


La medicina hoy

La medicina es cada vez más fría, más despersonalizada, menos humana. Estamos perdiendo esa hermosa y satisfactoria tradición filantrópica que viene desde Hipócrates y que pasaba de una generación médica a la siguiente. Ya decía Chamalu en su libro los secretos para no enfermar: “En los últimos tiempos, como consecuencia de la occidentalización del mundo entero, se tiende a pensar solo de una manera. Es así como se nos quiere hacer creer en respuestas únicas y cuando éstas fracasan, nos venden la resignación, la enfermedad y hasta la muerte, actualmente rentables mercancías que generan ingentes ganancias.

Cada problema y, en este caso cada enfermedad, puede ser comprendida y superada la mayoría de las veces de diversas formas, combinando técnicas y conocimientos de distinta procedencia”. Nos advierte también, que la civilización actual con su culto a la tecnología ha hecho que el ser humano olvide que está diseñado para vivir en contacto con la naturaleza.

El acto médico se convirtió en un producto sometido a las leyes del mercado, se compra, se vende y los hay de diferente calidad. Estamos asistiendo a la burocratización, industrialización, comercialización y fragmentación en órganos y sistemas de la medicina. Como dijo William Mayo en uno de sus aforismos: “Con gran conocimiento de medicina y poca sabiduría, llenos de ciencia y faltos en la comprensión del ser humano”

Para cumplir a cabalidad el papel de médico no basta con tener el conocimiento científico para enfrentar la enfermedad; hay que tener los conocimientos, la habilidad y la disposición para prestar una ayuda integral al enfermo que sufre.

Anatole Broyard, un ensayista y editor del New York Times, cuando se encontró enfrentado a un carcinoma de próstata con múltiples metástasis escribió muy elocuentemente y dijo sobre el hacer médico/terapeuta: “...debe renunciar un poco a su autoridad y cambiarla por su humanidad… tiene poco que perder y mucho que ganar recibiendo al enfermo en su corazón”.


Conclusión

Ser sanador no es algo que se hace sino que se es. Se encarna la medicina reconociendo y transformando las propias energías desde lo más denso a lo más sublime para brindar, desde el corazón, el apoyo necesario hacia la recuperación de la salud o el acompañamiento y el consejo de cómo sostenerla. Esto es con una sabiduría práctica y autogestiva, impecable, que nace desde el autoconocimiento y la compasión.

Chamalu nos enseña que “el trabajo interior respectivo, fruto del cual, vía autoobservación, nos conocemos para luego transformarnos y, como consecuencia de ello, crecer.” De esa manera pasamos el conocimiento y las herramientas de sanación a otro para que también se auto observe y construya su salud desde el empoderamiento sobre su propio territorio corporal.

Sostener y construir la salud nace del impulso necesario de promocion y prevencion de las enfermedades, de reestablecer el equilibrio desde el contacto directo con la naturaleza, de sumergirnos en el cuidado a través de alejarnos de los agentes humanos inconscientes que creamos para “mayor confort” y que nos terminan alejando de ese contacto primal con el aire, el agua, el mundo mineral, los rayos del sol y de la luna; de respirar en un ambiente curativo donde el viento y las estaciones, los cambios cíclicos, nos guíen en el tiempo de la naturaleza que tan alejado está de los tiempos de la mente y la vorágine en la cual la humanidad pierde su real propósito: el del ser el hijos del sol y la tierra, el de ser un puente entre lo divino y lo material. La salud se construye recordando esa esencia codificada en el cuerpo, donde somos naturaleza y que siendo parte de ese ecosistema biodiverso, multiverso y reconociéndonos empoderados tomamos decisiones que van acorde a ese ensamblaje de los seres que habitan este mundo.

Aceptando que la salud es un estado de equilibrio que implica tanto el cuerpo físico y lo sutil encontraremos el camino de regreso a casa viviendo plenos sin sufrimiento ni enfermedad. En ese sentido, el médico, terapeuta o el consultor solo traza el camino inicial y acompaña el proceso.




Bibliografía:


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Daniel M. Campagne. El terapeuta no nace, se hace. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2014; 34 (121), 75-95.


Chamalu. Secretos para no enfermar.


Módulos del Curso de Medicina Natural, Ancestral y Alternativa: La salud en el siglo XXI, Repensando el paradigma médico, Iatrogenia, Medicina indigena y chamánica, El cuerpo como unidad indisoluble, El código ético del sanador, Bioética, Coyuntura crisis de salud, Como preparar un consultorio, Psicoterapia, Un paciente una historia, Como son nuestros terapeutas.





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